España es uno de los países con mayor diversidad vitivinícola del mundo, gracias a su amplia extensión geográfica, la variedad de climas y su larga tradición en el cultivo de la vid. Desde las zonas atlánticas del noroeste hasta las regiones áridas del sureste, cada territorio español ha desarrollado una estrecha relación con determinadas variedades de uva que reflejan su identidad, su historia y sus condiciones naturales. Actualmente, en España se cultivan más de cuatrocientas variedades autóctonas registradas, aunque una treintena de ellas concentran la mayor parte de la producción y han alcanzado reconocimiento tanto nacional como internacional.
Entre las variedades tintas, la más emblemática es sin duda la Tempranillo, conocida también como Tinta del País, Tinto Fino, Ull de Llebre o Cencibel según la región. Es la uva principal en denominaciones tan prestigiosas como Rioja, Ribera del Duero y La Mancha. Se caracteriza por su maduración temprana, de ahí su nombre, y su capacidad para producir vinos equilibrados, con buena estructura y un notable potencial de envejecimiento. Su versatilidad permite obtener tanto vinos jóvenes, frescos y afrutados como crianzas y reservas complejos y elegantes.
Otra variedad tinta fundamental es la Garnacha, originaria de Aragón y extendida por casi todo el territorio español. Durante mucho tiempo fue considerada una uva rústica, pero en las últimas décadas ha vivido una auténtica revalorización gracias a su capacidad para expresar el terruño y ofrecer vinos aromáticos, de cuerpo medio y taninos suaves. Se cultiva ampliamente en regiones como Campo de Borja, Calatayud, Priorat y Navarra, donde se elaboran tintos y rosados de gran calidad.
La Monastrell, predominante en el sureste, especialmente en Murcia, Alicante y Albacete, es una variedad que se adapta bien al clima cálido y seco del Mediterráneo. Produce vinos intensos, con alto contenido en taninos y una notable concentración de fruta madura. Su resistencia a la sequía la convierte en una opción cada vez más valorada en el contexto del cambio climático. Junto a ella, los jardineros de Plantvid nos cuentan que también está la Bobal, típica de Utiel-Requena y Manchuela, que aporta frescura y buena acidez, ofreciendo vinos equilibrados y con gran capacidad de envejecimiento.
En el norte, la Mencía es la protagonista en regiones como Bierzo, Ribeira Sacra y Valdeorras. Esta variedad tinta se distingue por sus aromas florales y su elegancia en boca, dando lugar a vinos de estilo atlántico, frescos y de carácter mineral. En Galicia y el País Vasco también se cultivan variedades tintas locales como la Sousón, la Brancellao o la Hondarrabi Beltza, que contribuyen a la riqueza enológica del norte peninsular.
En cuanto a las variedades blancas, la Airén sigue siendo, en términos de superficie, la más plantada de España y una de las más extendidas del mundo. Predomina en Castilla-La Mancha y se ha utilizado tradicionalmente para la elaboración de vinos ligeros y brandis. Sin embargo, la tendencia actual se orienta hacia variedades más expresivas, capaces de ofrecer vinos con mayor complejidad aromática. Entre ellas destaca la Verdejo, símbolo de la Denominación de Origen Rueda, que produce vinos frescos, con notas herbáceas y un característico toque amargo final.
La Albariño, estrella de las Rías Baixas, se ha consolidado como una de las uvas blancas más apreciadas por su intensidad aromática y su equilibrio entre acidez y cuerpo. Sus vinos, de marcado carácter atlántico, son elegantes, frescos y muy gastronómicos. En el noreste, la Macabeo o Viura tiene gran protagonismo tanto en Rioja como en Cataluña, donde forma parte, junto con la Xarel·lo y la Parellada, de la trilogía clásica del cava. Estas tres variedades se complementan para elaborar espumosos con diferentes perfiles de acidez, aroma y estructura.
Otras variedades blancas autóctonas como la Godello en Galicia y El Bierzo, la Palomino Fino en Jerez, o la Malvasía en Canarias y La Rioja, muestran la diversidad y riqueza del patrimonio vitícola español. En los últimos años, además, se han incorporado algunas variedades internacionales, como la Cabernet Sauvignon, la Merlot o la Chardonnay, que han encontrado en muchas zonas españolas un entorno favorable y se utilizan a menudo en coupages con uvas autóctonas.
¿Cuál es la Denominación de Origen más antigua de España?
La Denominación de Origen más antigua de España es la Denominación de Origen Calificada Rioja (DOCa Rioja), aunque conviene matizar que fue la primera en obtener reconocimiento legal como Denominación de Origen (DO) en 1925 y, posteriormente, la primera en alcanzar la categoría de Denominación de Origen Calificada (DOCa) en 1991.
La historia del reconocimiento de La Rioja como zona vitivinícola de prestigio se remonta mucho más atrás. Ya en el siglo XIX se empezaron a aplicar en la región técnicas de elaboración inspiradas en Burdeos, y en 1925 el gobierno español aprobó oficialmente su reglamento de Denominación de Origen, con el fin de proteger el nombre “Rioja” y garantizar la calidad y procedencia de sus vinos.
La DOCa Rioja abarca territorios de tres comunidades autónomas, La Rioja, el País Vasco (Álava) y Navarra, y se divide en tres subzonas: Rioja Alta, Rioja Alavesa y Rioja Oriental. Cada una de ellas presenta particularidades climáticas y geográficas que se reflejan en los diferentes estilos de vino, aunque todas comparten la variedad Tempranillo como eje principal.
Este reconocimiento pionero convirtió a La Rioja en el modelo para la creación del sistema de Denominaciones de Origen en toda España, un marco que hoy regula y protege la producción de los vinos de calidad en el país.